Estuve todo el fin de semana pensando cómo viviría su ausencia durante dos semanas. Por un lado sería agradable estar en el trabajo sin distracciones, pero por otro me pregunté si me sentiría raro al no tenerla. Ella había sido una constante en mi vida durante casi un año y, a pesar de nuestras diferencias, saber que estaba por allí se había convertido en algo reconfortante.
Sara entró en el despacho a las nueve en punto, sonriendo ampliamente al acercarse a mí. La seguía una morena atractiva de veintitantos que me presentó como Paola, mi asistente temporal. Ella me miró con una sonrisa tímida y vi cómo Sara le ponía una mano en el hombro para tranquilizarla.
Decidí que iba a utilizar aquello como una oportunidad. Le iba a demostrar a todo el mundo que mi reputación solo era resultado de trabajar con alguien tan cabezota como la señorita Chaves.
—Encantado de conocerte, Paola —dije sonriendo y ofreciéndole la mano para estrechar la suya. Ella me miró extrañada, con los ojos un poco vidriosos.
—Encantada de conocerlo también, señor —dijo mirando a Sara. Ella miró mi mano desconcertada y después me miró a mí antes de dirigirse a Paola.
—Está bien. Ya hemos repasado todo lo que dejó Paula. Ahí está tu mesa. — Llevó a la chica a la silla de la señorita Chaves.
Sentí una extraña sensación al ver la imagen de otra persona sentada allí. Sentí que mi sonrisa vacilaba y me volví hacia Sara.
—Si necesita algo, ya te lo hará saber. Estaré en mi despacho.
Paola dimitió antes de comer. Aparentemente «fui un poco brusco» cuando ella provocó un pequeño incendio en el microondas de la sala de descanso. La última vez que la vi estaba llorando y salía corriendo por la puerta chillando algo sobre un entorno de trabajo hostil.
El segundo asistente temporal, un chico que se llamaba Ulises, llegó a eso de las dos de la tarde. Ulises parecía muy inteligente y yo estaba deseando trabajar con alguien que no fuera una chica emotiva. Pronto me encontré sonriendo ante el repentino giro que habían dado los acontecimientos. Por desgracia, me alegré demasiado pronto.
Todas las veces que pasaba junto a Ulises, sentado ante su ordenador, él estaba conectado a internet viendo fotos de gatitos o algún vídeo musical. Minimizaba rápidamente la ventana, pero desafortunadamente para Ulises, yo no soy un idiota integral. Le dije diplomáticamente que no se molestara en venir al día siguiente.
La tercera no resultó mucho mejor. Se llamaba Juliana; hablaba demasiado, llevaba la ropa demasiado ceñida y la forma con que masticaba la tapa de su bolígrafo me recordaba a un animal que intentara liberarse de una trampa. No tenía nada que ver con la forma en que la señorita Chaves sujetaba pensativamente el extremo del boli entre los dientes cuando estaba muy enfrascada en sus pensamientos. Eso era algo sutil y sexy; esto era obsceno. Inaceptable. El martes por la tarde ya no estaba.
La semana continuó más o menos igual. Pasé por diferentes asistentes. Oí la risa atronadora de mi hermano en el pasillo al lado de mi despacho más de una vez.
«Imbécil.» Él ni siquiera trabajaba en esta planta. Empecé a sentir que la gente estaba disfrutando demasiado con mi infortunio e incluso empecé a verlo incluso como un caso de recoger lo que había sembrado.
Aunque no tenía ninguna duda de que Sara había informado a la señorita Chaves de mis pesadillas con los asistentes temporales, recibí varios mensajes de texto de ella durante la primera semana para ver cómo iban las cosas. Empecé a esperarlos con ansiedad, mirando incluso mi teléfono periódicamente para comprobar que no me había perdido la alerta de llegada. Odiaba admitirlo, pero en este punto habría vendido hasta mi coche para tenerla de vuelta a ella y a sus maneras de arpía.
Además de echar de menos su cuerpo, algo que necesitaba desesperadamente, también echaba de menos el fuego que había entre nosotros. Ella sabía que yo era un cabrón y lo aguantaba. No tenía ni idea de por qué, pero lo hacía.
Durante esa primera semana que estuvimos separados empezó a crecer el respeto que tenía por su profesionalidad.
Cuando pasó la segunda semana sin un solo mensaje de ella, me encontré preguntándome qué estaría haciendo y con quién. También me pregunté si habría intercambiado más llamadas con Javier. Estaba bastante seguro de que no habían vuelto a verse y de que ella y yo habíamos llegado a una precaria tregua con respecto al incidente de las flores.
Aun así, no sabía si él habría vuelto a llamarla para ver
cómo iban las cosas y si intentaría empezar algo mientras ella estaba en su casa.
Su casa. ¿Estaba en su casa ahora, con su padre? ¿O ya consideraba Chicago como su casa? Por primera vez se me pasó por la cabeza que si su padre estaba muy enfermo,ella podría decidir volver a Dakota del Norte para estar con él.
Joder.
Empecé a hacer la maleta para el vuelo del domingo por la noche cuando oí que mi teléfono sonaba en la cama, al lado de mi maletín. Al leer el nombre de la pantalla sentí un leve escalofrío.
Lo recogeré mañana a las 11.30. Terminal B, cerca de los monitores de llegadas. Mándeme un mensaje cuando aterrice.
Me quedé quieto un momento mientras me hacía a la idea de que íbamos a estar juntos al día siguiente
Lo haré. Gracias.
De nada. ¿Ha ido todo bien?
Me quedé un poco sorprendido de que me preguntara por el resto de la semana.
Estábamos en un territorio desconocido. Mientras trabajábamos ella me escribía mensajes y correos electrónicos con frecuencia, pero normalmente nos limitábamos a simples respuestas de sí y no. Nunca nada personal. ¿Era posible que ella hubiera pasado una semana tan frustrante como la mía?
Muy bien. ¿Y tú? ¿Cómo está tu padre?
Me reí y pulsé «Enviar»; esa situación se estaba volviendo cada vez más extraña.
Menos de un minuto después recibí otro mensaje.
Todo bien. Lo he echado de menos pero tengo ganas de volver a casa.
«A casa.» Me fijé en las palabras que había elegido y tragué saliva; de repente sentía mucha tensión en el pecho.
Mañana nos vemos.
Puse el despertador del teléfono, lo coloqué en la mesita de noche y me senté en la cama al lado de mi equipaje. Iba a verla en menos de doce horas.
Y no estaba muy seguro de cómo me hacía sentir eso.
Wow buenisimo!!!
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