martes, 1 de julio de 2014

CAPITULO 84




Me di la vuelta, agarrando el teléfono de la mesita de noche y silencié la alarma con un golpe de mi pulgar. Estaba agotado, después de haber dormido sólo dos horas antes. 


Había trabajado hasta casi hasta las dos y luego traté de deslizarme en la cama sin despertar a Paula, pero ella se había movido y se subió encima de mí antes de que pudiera decir nada. 

 
Como si pudiera detenerla. 

 
Realmente no podía quejarme de lo que significaba una hora más de sueño perdido, pero ahora, cuando su mano se extendió a ciegas por debajo de las mantas, barriendo mi estómago para enroscarse alrededor de mi polla, yo sabía que tenía que detenerla. Tenía que coger un vuelo, sólo.
 
Ella iba a venir a Francia, pero se iba un día después de mí, insistiendo con terquedad que necesitaba el resto del viernes para tener las últimas cosas en orden. Yo habría esperado por ella, pero como los vuelos eran de última hora, no había ningún vuelo directo, ni había asientos para estar juntos de todos modos. Decidiendo mantener mi vuelo, pensé que tenía que llegar temprano y conseguir que nos situaran en casa de Maxi.


 
“No creo que tengamos tiempo”, murmuré en su pelo.

“No me compro eso”, dijo con voz ronca por el sueño. “Este hombre”, dijo ella, apretando mi erección en su agarre, “piensa que tenemos un montón de tiempo”  
 

“El coche me estará recogiendo dentro de quince minutos, y gracias a tu apetito de anoche, necesito otra ducha”


“Hubo un tiempo en que sólo necesitabas dos minutos para venirte. ¿Me estás diciendo que no tienes dos minutos?”  
 
“El sexo en la mañana nunca son sólo dos minutos”, le recordé. “No cuando estás dormida y arrugada y cálida”  Me levanté de la cama y entré en mi cuarto de baño con el sonido de su gemido ahogado en mi almohada.
Cuando salí, limpio y vestido, ella se sentó en la cama, todavía abrazando mi almohada y fingiendo que no estaba molesta porque teníamos que volar por separado a Francia.
 
“Sin pucheros”, murmuré, inclinándome para besar la comisura de su boca. 

“Acabas de confirmar lo que siempre he sospechado: que no puedes funcionar sin mí”  
Esperaba que ella pusiera los ojos en blanco o me pellizcara juguetonamente pero ella palpó mi corbata para ajustarla innecesariamente. "Yo puedo funcionar sin ti. Pero no me gusta estar lejos de ti. Se siente como si te llevaras mi hogar cuando te vas”  
 

Bueno, joder.

Apoyé la bolsa de la ropa sobre la cama y le tomé la cara entre las manos hasta que ella levantó la mirada, y pudiera ver el efecto que sus palabras tenían sobre mí. Ella sonrió, su lengua se deslizó fuera para humedecer sus labios.
Con un último beso, le susurré: “Te veré en Francia”

CAPITULO 83




La culpa me corroía durante el resto de la mañana. No debería haber sido tan apresurada al decirle a Pedro que era imposible. Ahí estaba él, tratando de ser flexible, y yo era la que le decía que considerara el trabajo. ¿Qué diablos estaba mal conmigo? Traté de atraparlo entre las reuniones. Traté de reunirme con él para el almuerzo. Lo más cerca que llegué fue cuando pasaba por el pasillo, con un grupo de ejecutivos balbuceando a su alrededor como fans alrededor de una celebridad.


“Necesito hablar contigo”, le murmuré. 

 
“¿Señal del murciélago?”  Creo que dijo de vuelta. 

 
Negué con la cabeza. “ ¿Cena?”


Él asintió con la cabeza, me lanzó un beso a espaldas de 
todos, y se separó, pastoreando a los ejecutivos por el pasillo y en el ascensor.


“ ¿Cómo van las cosas?”  
 

Sara se encogió de hombros, arrastrando otra patata a través de la salsa de tomate antes de hacerla estallar en su boca, pero definitivamente no me miraba  “Las cosas están bien”  
 
La miré. Las cosas estaban siempre bien con Sara.
“ Lo digo en serio!”  Insistió ella, echándose hacia atrás en su silla. “Hay mucho ruido sobre todo. Sólo estoy tratando de averiguar lo que es verdad y lo que no lo es”  
 
“Suena como un buen plan”, le dije. 
 
“Lo conozco desde hace tanto tiempo que es difícil de reconciliar todo. Pero,honestamente, estoy haciéndolo bien”  
 

“Sara, perdón por la intrusión, porque supongo que técnicamente no es de mi incumbencia, pero eso es el mayor montón de mierda que he escuchado” 

“¿Qué?”  
 

“ Ya me has oído! ¡Lo de Andres es un gran asunto! Pedro quiere que vayamos a Francia y además de las obvias mil doscientos cincuenta y cuatro razones por las que no debería ir, ¡cerca de la cima de esa lista estás tú!”  
 
“¿Qué?”  Repitió, aunque un poco más fuerte esta vez. 
“ Pedro quiere que vayas a Francia! ¡Oh, Dios mío, es increíble!  Y espera, ¿qué quieres decir con eso de 'mí'?” 

“Sí, él quiere que tengamos un tiempo lejos para reencontrarnos antes de que la locura de Nueva York esté sobre todos nosotros”, le dije antes de agarrar mi servilleta y tirarla hacia ella. “ Y no me atrevo a abandonarte durante tres semanas porque estoy preocupada por ti ”  
 
Sara se echó a reír, su puso de pie, caminó alrededor de la mesa y me abrazó. 

“Esa es la cosa más dulce, y más idiota que nadie ha dicho nunca por mí. Te amo, Paula”  
 
“Pero me estoy mudando”, añadí, apretándola con fuerza. “Estas iban a ser nuestras últimas tres semanas juntas”  
 
Sara se sentó a mi lado. “Soy una niña grande, y hay aviones. Yo amo que quisieras quedarte aquí y cuidar de mí. Pero creo que Pedro podría tener razón”, dijo, haciendo una mueca. “Ustedes necesitan esto, y si pueden hacer que funcione, pues, deberías arrojar algo de poca ropa en una bolsa y arrastrar a ese hombre a Francia”  

 
Me reí, apoyada en su hombro. “Dios, sería complicar mucho las cosas. Tendría que encontrar a alguien para que haga las entrevistas, y para que pueda sentarse en todas mis reuniones”  

 
“Pero,  valdrá la pena?” 

Sonreí, recordando lo emocionado que Pedro había estado cuando él me contó sobre el viaje, y cómo su rostro se había caído cuando no había compartido su entusiasmo. “Sí, lo vale”